Redacción
CDMX.- La aparición de múltiples socavones en Iztapalapa obligó a las autoridades a ampliar de manera significativa el proyecto de reparación del drenaje en la zona. Originalmente, se contemplaba reemplazar solo 600 metros de tubería en la avenida Las Torres; sin embargo, tras recorridos con vecinos y una creciente presión social, el plan fue reconfigurado para abarcar más de 2 kilómetros, con una inversión cercana a los 50 millones de pesos.
La intervención, aunque bienvenida, tiene un trasfondo preocupante: no se trata de una obra de mantenimiento programado ni de infraestructura preventiva. Es una acción reactiva, impulsada por el colapso físico del suelo urbano y el temor de los vecinos a nuevas tragedias.
La alcaldía y el gobierno capitalino admiten que las lluvias intensas dejaron en evidencia la vulnerabilidad de las redes subterráneas de drenaje, pero no mencionan que durante décadas el mantenimiento fue nulo o insuficiente.
El anuncio del inicio de obras en aproximadamente dos meses —previstas a concluir hasta febrero— no tranquiliza del todo a los habitantes, quienes aún conviven con la incertidumbre y el riesgo. Mientras tanto, la pregunta persiste: ¿por qué hubo que esperar a que se abrieran enormes agujeros en el asfalto para actuar?