«Parásitos»
Por Stephen Crane
CDMX.- La laureada película «Parásitos» -que en coreano significa Gisaengchung-, es un avasallador, lapidario, descarnado thriller, acorazado de crítica social. Fue filmada en Corea del Corea, en 2019, por el extraordinario director Bong Joon-ho. Explora la profunda brecha entre ricos y pobres en la sociedad moderna a través de la historia de dos familias muy diferentes, que representan una constante, furiosa, rabiosa, pugna social: Kim, pobres, y Park, ricos.
Y que el marxismo define como la unión y lucha de contrarios.
La película también aborda temas como la manipulación, la lucha de clases y la hipocresía, mostrando cómo las relaciones humanas pueden ser complicadas y peligrosas en un contexto de profunda desigualdad económica.
También propone temas de desigualdad social, avaricia y la naturaleza de la convivencia entre diferentes clases sociales, utilizando la metáfora de los parásitos para mostrar cómo las familias se benefician y explotan entre sí, tanto ricos como pobres.
Paradójicamente, no solo muestra a una familia pobre explotando a una rica, sino que también revela la crueldad y la deshumanización inherentes a este sistema, donde incluso dentro de los estratos sociales más bajos existen jerarquías y formas de explotación.
Kim -pobres, proletarios, que bien podría encarnar sin rubor alguno la familia de López Obrador, supuesta representante del pueblo- y Park -rica-burguesa, enemiga de los desposeídos.
Buenos, los miserables, marginales, menesterosos, envueltos, sin saber, en la mortaja del Movimiento de Regeneración Nacional -Morena- creado por Andrés López Obrador, prófugo del Partido Revolucionario Institucional -en el poder durante más de 70 años- y luego del PRD; malos, los ricos, neoliberales, a la oscura sombra del llamado PRIAN, merecedores de ser quemados en la leña verde del flamígero odio social.
Y su discurso -desde una religiosa izquierda acorazada de impostada-, tenía dos vertientes: primero los pobres y pobreza franciscana.
Feroz batalla entre el socialismo cavernario y el capitalismo troglodita.
La cinta ganó numerosos premios, incluyendo la Palma de Oro en Cannes y cuatro premios de la Academia, entre ellos mejor película, convirtiéndose en el primer filme, en idioma no inglés, en ganar el premio principal de los Óscar.
Filme que sería involuntariamente premonitorio cómo López Obrador –con su familia, su esposa y cuatros hijos, tres del primer matrimonio y con sólo “200 pesos en la cartera”– saltó al poder, de 2018 a 2024, auto definiéndose con el eufemismo vergonzoso de una supuesta izquierda, que ahoga al pueblo en un mar de populismo y miseria en dos palabras: Cuarta Transformación, convirtiéndose en eso: parásitos, zánganos, piojos. Por arte de magia, en menos de un sexenio, se enriquecieron.
Medicina, la llamada 4T, que se ha convertido en cicuta para combatir el llamado neoliberalismo que caracterizó al país durante 36 años.
Sólo un puñado de datos que laceran el corazón y la entraña, desde una amarga numeralia para -no profundizar en el mar de información en la prensa nacional e internacional, sobre los llamados “Morenarcos”, por el presunto, tenebroso, financiamiento de carteles de la droga a las tres campañas presidenciales que, finalmente, llevaron a López al poder y su ruin lema, bañado de impostura de “abrazos no balazos”-:
Los últimos siete años México ha crecido -1% y la deuda externa creció 70%: $17 billones 674 millones. Cada uno de los casi 130 millones de habitantes debe $140 mil 254.
La trama de Parásitos sigue a la familia Kim -los López-, que vive en un semisótano y se encuentra en una situación económica precaria, miserable, en un ambiente pestilente a estiércol, en un barrio inmundo, marginal. Un día, el hijo, Ki-woo, recibe la oportunidad de dar clases particulares de inglés a la hija de la adinerada familia Park.
Con astucia, los Kim se infiltran en la vida de los Park, consiguiendo trabajos como empleados domésticos, utilizando maquiavélicos engaños y manipulaciones para desplazar a otros trabajadores.
Sin embargo, a medida que la familia Kim se instala en la opulencia de los Park -comiendo y bebiendo opíparas viandas-, se descubre un oscuro secreto oculto en la casa, desencadenando una serie de eventos inesperados y violentos.
Ese inconfesable misterio es un búnker. Un espacio oculto, desconocido para los Park y, originalmente, para los Kim. Revela que, a pesar de la aparente transparencia y modernidad de la casa, existe un nivel de oscuridad y secreto en sus pútridas entrañas.
Un fenómeno similar que, metafóricamente hablando, prima en México, desde el presidencialismo instaurado en 1929, a la fecha -y que el ex presidente Enrique Peña Nieto dijo que era «cultural», inherente al pueblo, demonio imposible de exorcizar- y que simboliza un sudario de diez letras y que corroe todos los extractos sociales, desde tiempos inmemoriales: corrupción.
Aunque la película se centra en la familia Kim como parásitos, también muestra cómo la propia familia Park, a través de sus privilegios y estilo de vida, se beneficia de la explotación de otros, incluso sin ser conscientes de ello.
Parecido a los López.
En resumen, «Parásitos» no es simplemente una historia de una familia que se aprovecha de otra, sino una exploración profunda y compleja de la desigualdad social y sus efectos devastadores en todos los niveles de la sociedad.
Y aunque el presidente López Obrador dejó el poder, en septiembre de 2024, a Claudia Sheinbaum Pardo, él sigue manejando los hilos en la toma de decisiones en Palacio Nacional, desde su propio búnker/corrupción, un rancho, en Chiapas -a más de 800 kilómetros de distancia-: La Chingada.
La parasitaria familia de López Obrador tiene curiosas características:
+José Ramón López Beltrán: El hijo mayor, licenciado en derecho, ha sido vinculado a un lujoso estilo de vida en Houston, Texas, lo que ha generado críticas y sospechas sobre la fuente de sus ingresos.
+Andrés Manuel López Beltrán, quizá el más polémico: El segundo vástago, politólogo, ha colaborado con su padre en Morena -ahora es secretario general- y ha sido objeto de críticas por su relación con contratos millonarios y empresas beneficiadas por el gobierno. Amén de su reciente viaje a Japón y una carta pública, intentando justificar el viaje y gastos excesivos en ese país, y que acabaron de desnudar su principesca miseria humana. Reza el refrán: hijo de tigre, pintito.
+Gonzalo Alfonso López Beltrán: El tercer hijo, sociólogo, ha sido acusado de operar una red de negocios y tráfico de influencias en la construcción del Tren Maya, lo que ha generado sospechas de corrupción.
+Jesús Ernesto López Gutiérrez: El hijo menor, de 18 años, con un alarmante sobrepeso –reflejo que no consume arroz, frijol y tortillas, como sugería su padre el pueblo- , ha generado atención pública por su vida personal y su relación con una joven llamada Ivanna Isa, así como por sus accesorios de lujo, lo que ha reavivado sospechas sobre el origen de sus recursos. Se fue a radicar a España para estudiar derecho en una de las universidades más caras: La Complutense. Va acompañado de su madre.
+Y la polémica Beatriz Gutiérrez Müller, esposa del ex presidente Andrés Manuel López Obrador, escritora, historiadora y con un doctorado. Después de ser una feroz, delirante, enencefálica, hispanofóbica -que llegó a exigir como “no primera dama” del sexenio de su esposo, que el gobierno de España ofreciera disculpas públicas por todas las aberraciones, según ella, cometidas durante la conquista-, en medio de una encendida polémica nacional e internacional, ya recibió la nacionalidad del país ibérico, viviendo en una de las zonas más exclusivas de Madrid. También hay suspicacias sobre la procedencia lícita de sus recursos.
Pobres parásitos… al lado de los López Beltrán: llegaron con una mano adelante -y otra atrás, al poder- y ahora son multimillonarios.
