Por Redacción
CDMX, 18 agosto 2025.- En la Ciudad de México, mirar al cielo y observar un manto estrellado es una experiencia cada vez más rara. ¿La causa? La contaminación lumínica, un fenómeno que ha crecido sin regulación en muchas urbes y que ahora comienza a ser abordado legalmente. El dictamen presentado ante el Congreso capitalino propone reconocer la “luz intrusa” como una forma de polución, lo que permitiría abrir la puerta a futuras medidas de control.
La Organización Mundial de la Salud advierte que la sobreexposición a luz artificial durante la noche afecta la producción de melatonina, hormona clave para el sueño. En ciudades como la CDMX, donde la iluminación nocturna muchas veces no distingue entre espacios públicos y privados, esto se ha convertido en un problema silencioso, pero creciente.
Además de los efectos en la salud, la contaminación lumínica representa una pérdida cultural y educativa. Según astrónomos del Instituto de Astronomía de la UNAM, el brillo del cielo nocturno en CDMX es hasta 10 veces mayor del recomendado para observación astronómica básica, lo que limita incluso actividades educativas en planetarios o programas de ciencia ciudadana.
Otros países han comenzado a tomar cartas en el asunto: Francia, por ejemplo, prohíbe desde 2019 la iluminación de escaparates y oficinas desocupadas entre la 1 y las 6 a.m., como medida para reducir el desperdicio energético y los impactos ecológicos. La iniciativa en la CDMX, aunque incipiente, podría llevar a normativas similares si se concreta en políticas públicas claras.
Este primer paso legislativo es fundamental para repensar el uso de la luz en la ciudad, conciliando seguridad, eficiencia y respeto al entorno natural. Una ciudad verdaderamente sostenible no solo ilumina: sabe cuándo y cómo hacerlo.