Por Dana Rodríguez
Ciudad de México, a 27 de agosto del 2025.- En el mapa de la violencia familiar en la capital, Tláhuac, Cuajimalpa y Tlalpan destacan como zonas críticas, donde el incremento de casos ha alcanzado niveles escandalosos. En Tláhuac, por ejemplo, el crecimiento es del 270%, lo que coloca a esta alcaldía como el epicentro de la crisis. Le siguen Cuajimalpa con 220% y Tlalpan con 200%.
Estas cifras son inaceptables. Revelan no sólo el aumento de la violencia, sino también la ausencia de una estrategia preventiva y de atención sólida. ¿Cuántos centros de atención funcionan realmente en estas alcaldías? ¿Cuántas mujeres y familias reciben apoyo psicológico, jurídico y social? La respuesta suele ser la misma: insuficiente.
La diputada Brenda Ruíz Aguilar ha exigido que los 16 alcaldes de la CDMX fortalezcan los mecanismos de prevención y acompañamiento. No obstante, los llamados desde el Congreso deben ir más allá de las declaraciones: deben transformarse en acciones coordinadas y fiscalizadas, con recursos etiquetados y metas claras.
En muchas de estas zonas, los agresores siguen compartiendo techo con sus víctimas, sin que existan medidas efectivas para protegerlas. Los juzgados están rebasados, los refugios no dan abasto, y la cultura del silencio todavía domina en muchas comunidades.
El combate a la violencia familiar debe dejar de ser una prioridad discursiva y convertirse en una política pública urgente y efectiva. Sin una intervención seria y sostenida, los focos rojos no sólo persistirán, sino que se convertirán en puntos de no retorno para miles de familias en la capital.