Por Dana Rodríguez
CDMX, 12 de agosto de 2025.- La escena fue elocuente. Ana Karen Salazar, al recibir el Premio de la Juventud 2025, denunció que muchos jóvenes en la capital no están siendo premiados, sino abandonados a su suerte. Peor aún, están siendo entregados al crimen organizado por omisión y negligencia del gobierno y de quienes «ostentan el poder».
Mientras en el recinto se hablaba de reconocimiento y futuro, ella habló del presente: desempleo, inseguridad, exclusión educativa y la falta total de una política seria para impedir que el narco siga captando jóvenes en situación de vulnerabilidad.
“El crimen organizado está arrasando”, dijo con voz firme. Su denuncia fue directa: no hay programas efectivos, no hay coordinación institucional y, sobre todo, no hay voluntad política real para salvar a esta generación de la violencia estructural.
Los 23 mil pesos que se les otorgaron a los premiados parecieron una limosna simbólica frente a la crudeza de la realidad que Salazar describió. Mientras los jóvenes desaparecen, los diputados siguen atrapados en discursos vacíos y en cálculos políticos.
¿Para qué sirven los premios si el sistema sigue generando víctimas?