«Brugada no gobierna: administra tragedias»
Por HHR
CDMX, 17 septiembre 2025.- En México estamos acostumbrados a que las tragedias se gestionen con discursos bien intencionados, comités de solidaridad y promesas de justicia. Pero esta vez, como en tantas otras, las palabras huecas suenan más fuerte que la acción concreta. La explosión del 9 de septiembre en el Puente de la Concordia no solo dejó una estela de muertos, heridos y vidas fracturadas, sino que evidenció la precariedad con la que se gobierna la capital bajo la administración de Clara Brugada Molina.
Brugada salió a hablar de un hecho que ha dejado al menos 20 muertos —incluyendo menores de edad—, decenas de heridos graves y una ciudadanía indignada por la evidente negligencia estructural que permitió semejante desastre. Hablar de “solidaridad” y “recuento” suena grotesco cuando lo que la población exige es rendición de cuentas, responsabilidad penal y medidas inmediatas para que esto no vuelva a ocurrir.
La pipa siniestrada provenía de Veracruz, cargada de gas LP, y se dirigía a una gasera en Tláhuac. ¿Qué controles fallaron? ¿Cómo es que un vehículo con una carga tan peligrosa termina volcado en una curva mal diseñada o mal mantenida, provocando una explosión de 180 metros de radio? ¿Dónde están los protocolos de seguridad para este tipo de transporte? ¿Quién autorizó su ruta? Estas son las preguntas que Clara Brugada eludió cuidadosamente, refugiándose en la “información detallada” de sus secretarios, que no aclara, no asume, no corrige.
La creación de un comité de donaciones es el clásico placebo político: aparentar acción sin tocar las raíces del problema. Lo que urge no es una colecta simbólica, sino una política pública de infraestructura segura, un rediseño de las rutas de alto riesgo, y sobre todo, sanciones a los responsables. En cambio, la jefa de Gobierno se dedica a agradecer a quienes ayudan y a montar un aparato burocrático que se mueve más por imagen que por justicia.
Además, la insistencia en hablar de «apoyos emergentes» y «seguimiento personalizado» parece un eufemismo para tapar la falta de prevención y el abandono sistemático en que se encuentra gran parte del oriente de la ciudad. En lugar de explicar por qué una zona densamente poblada permite la circulación de pipas sin condiciones de seguridad óptimas, el Gobierno capitalino se refugia en la narrativa asistencialista. Como si la única manera de gobernar fuera “apoyar después del desastre”, nunca impedirlo.
La ciudadanía merece más que discursos de condolencias. Merece un gobierno que evite las tragedias, no que las administre con frases de consuelo. Mientras las autoridades se entretienen en comités y conferencias, decenas de familias viven un infierno que pudo evitarse. El dolor no se resuelve con ruedas de prensa. La justicia tampoco.
El problema de fondo no es el accidente en sí, sino el modelo de gobierno que lo permite: uno que responde, pero no actúa; que asiste, pero no transforma; que habla de justicia, pero nunca la alcanza.
Clara Brugada no está gobernando. Está reaccionando. Y eso, en una ciudad como la nuestra, no es suficiente.