“Cabildo Popular: ¿participación ciudadana o retórica política?”
Por HHR
CDMX, 28 octubre 2025.- En su comparecencia ante el Congreso de la Ciudad de México, César Cravioto, secretario de Gobierno de la administración de Clara Brugada, anunció con entusiasmo la creación del llamado Cabildo Popular, un espacio de participación ciudadana donde, según sus palabras, “todo ciudadano, organización social, organización comunitaria pueda expresarse sobre lo que requiere la ciudad”.
A primera vista, la propuesta suena alentadora: un gobierno que se abre al diálogo, que escucha y que promete actuar con y para la gente. Sin embargo, al analizarla en el contexto histórico y político de la capital, surgen más preguntas que certezas.
La Ciudad de México ha sido escenario de múltiples intentos de democratizar la gestión pública mediante mecanismos de participación ciudadana: consejos ciudadanos, presupuestos participativos, audiencias públicas y foros vecinales. Muchos de estos ejercicios nacieron con la intención de acercar la política a la gente, pero en la práctica, su impacto ha sido desigual.
La burocracia, los intereses partidistas y la falta de seguimiento han convertido a estas instancias en escaparates simbólicos, más que en instrumentos de cambio tangible.
El discurso de Cravioto, cargado de retórica sobre humanismo, sensibilidad y liderazgo, no hace más que reforzar un patrón ya conocido: los funcionarios celebran “la voz del pueblo” mientras consolidan su imagen como gobernantes cercanos y empáticos. Frases como “cada logro que hoy presentamos pertenece al pueblo” o “mientras exista un solo ciudadano con una demanda justa, este gobierno estará de su lado” son conmovedoras, pero requieren contraste con los hechos. ¿Cuántas demandas ciudadanas históricas siguen sin resolverse? ¿Cuántos proyectos de urbanismo, transporte y seguridad comunitaria se han quedado en el papel?
No es irrelevante señalar que Clara Brugada ya ha ejercido un estilo de gobierno marcado por la cercanía con los sectores populares, especialmente en Iztapalapa, donde su liderazgo ha sido fuerte y polémico a la vez. La pregunta es si el Cabildo Popular será un instrumento de empoderamiento ciudadano real o una extensión de la narrativa política que busca legitimar su gestión frente a la opinión pública.
La participación ciudadana no debe limitarse a abrir un foro para expresarse: debe garantizar que las voces sean escuchadas, deliberadas y traducidas en decisiones concretas. De lo contrario, se corre el riesgo de perpetuar una ilusión de democracia participativa mientras se concentra la verdadera toma de decisiones en los despachos gubernamentales.
El reto para Brugada y su equipo es grande: demostrar que la frase “la Ciudad de México es del pueblo y para el pueblo” no es solo un slogan emotivo, sino un compromiso tangible con la transparencia, la rendición de cuentas y la transformación real de la ciudad. La ciudadanía merece más que promesas; merece resultados que puedan ver y sentir en sus barrios, calles y espacios comunitarios.
En un contexto donde la política local ha oscilado entre el populismo y la tecnocracia, la creación del Cabildo Popular puede ser un paso interesante, pero solo si se construye sobre estructuras sólidas de participación, evaluación y seguimiento. La prueba no estará en las palabras, sino en la acción. Y en la Ciudad de México, eso ha sido históricamente el verdadero desafío.







