«Batres le hace vacío a Clara»
Por HHR
CDMX, 12 de octubre de 2025.- En política, la ausencia también comunica. En el recinto del Congreso capitalino, los reflectores no solo se centraron en el Primer Informe de Gobierno de Clara Brugada, sino en quien no apareció para escucharla: Martí Batres Guadarrama.
El hoy titular del ISSSTE, ex Jefe de Gobierno interino y uno de los rostros más reconocibles del viejo lopezobradorismo chilango, decidió no asistir a la cita protocolaria que reunió a la crema y nata del gabinete federal y local. Su vacío no pasó desapercibido. Y no fue cualquier omisión. Fue, como se dice en el lenguaje de las señales políticas, un desaire.
Mientras Clara Brugada saludaba uno a uno a los asistentes con la sonrisa de quien sabe que la escena le pertenece —en especial ahora que gobierna la capital—, el gesto frío con Valentina Batres, diputada local y hermana de Martí, terminó por sellar lo que ya era un secreto a voces: la relación entre ambos grupos está rota, o al menos en un punto de congelamiento irreversible.
Martí Batres fue, durante años, una figura clave del obradorismo en la Ciudad de México. Desde los tiempos del PRD, hasta su breve interinato al frente de la Jefatura de Gobierno en el último tramo del sexenio de Sheinbaum, Batres representaba a un sector duro del movimiento, con base territorial y discurso ideológico. Pero los tiempos han cambiado.
Hoy, la Cuarta Transformación vive una metamorfosis bajo el liderazgo de la presidenta Claudia Sheinbaum. Y aunque nadie lo dice abiertamente, la jefa del Ejecutivo federal ya comenzó a mover sus fichas para consolidar un nuevo orden interno en Morena. Un reordenamiento que, hasta ahora, no incluye con entusiasmo ni al grupo de los Batres ni al de Clara Brugada.
Sí, Brugada es la mandataria capitalina. Pero su estilo no termina de encajar del todo con la línea tecnocrática y gerencial que ha impuesto Sheinbaum desde Palacio Nacional. Y por el otro lado, el batrismo se ha ido quedando sin fuerza ni respaldo. El bastión que alguna vez presumieron en las estructuras locales de Morena se ha ido diluyendo entre nuevas lealtades, candidaturas más jóvenes y operadores más alineados con la nueva presidencia.
En ese contexto, la ausencia de Martí en el Informe no fue un olvido ni una cuestión de agenda. Fue una declaración política. Un portazo simbólico a una gestión que él considera ajena, o incluso adversa a su visión del movimiento. Y, de paso, una señal de que su grupo no está dispuesto a subordinarse a quienes, desde su óptica, llegaron al poder sin respetar los equilibrios internos.
Pero el gesto puede salir caro
En un momento donde Sheinbaum ha comenzado a marcar con claridad quiénes serán sus aliados rumbo al 2030, y quiénes quedarán al margen del reparto de poder, este tipo de desencuentros públicos solo debilitan más a los actores que buscan mantenerse vigentes en el tablero.
Morena, por más que insista en la unidad, es un hervidero de tribus, tensiones y reacomodos. Y en esta nueva etapa del movimiento —más institucional, más presidencialista— no hay lugar para proyectos personales que no se alineen con la narrativa central.
Tanto Clara como Martí lo saben. Y aunque ambos tienen historia, estructura y nombre dentro del obradorismo capitalino, la moneda está en el aire. La Presidenta ya comenzó a mover sus fichas. Y en ese ajedrez, ni las utopías ni los viejos liderazgos están exentos de quedar fuera del juego.
¿Será este el principio del fin para la corriente Batres? El tiempo lo dirá. Por lo pronto, el vacío de Martí no solo fue físico. Fue, quizá, el principio de una ruptura más profunda dentro del guinda chilango.