Por Lucía Martínez | CDMX
CDMX, 28 julio 2025.- La intención de nombrar salones del Congreso de la Ciudad de México con los nombres de Fidel Castro y Ernesto “Che” Guevara ha encendido una vez más la mecha de la polarización ideológica en el país. Lo que para los diputados Ernesto Villarreal (PT) y Xóchitl Bravo (Morena) es un acto de justicia histórica, para muchos ciudadanos y analistas es una provocación innecesaria.
El contexto no es menor. Apenas semanas atrás, la alcaldesa Alessandra Rojo ordenó retirar las estatuas de ambos personajes del jardín Tabacalera, argumentando que su presencia era ofensiva para víctimas del autoritarismo. Como reacción, los legisladores de izquierda impulsan esta nueva iniciativa como una forma de reivindicación y memoria.
En su argumentación, la propuesta sostiene que Guevara y Castro no deben ser juzgados únicamente por sus ideologías, sino reconocidos como protagonistas de un episodio histórico con raíces en la capital mexicana. Aquí, en la Ciudad de México, ambos personajes se conocieron y comenzaron a trazar el plan que culminaría en la Revolución Cubana.
No obstante, lo que los diputados denominan un acto “neutral y objetivo”, es para muchos una forma velada de promover una ideología específica desde instituciones públicas. Organizaciones civiles y voces de la oposición ya han manifestado su desacuerdo, advirtiendo que tales reconocimientos deben ser sometidos a debate ciudadano antes de oficializarse.
¿Puede un Poder legislativo que se dice plural y representativo rendir tributo a figuras que generan rechazo entre amplios sectores de la población? El Congreso capitalino está por decidir si la historia puede (o debe) ser reinterpretada como símbolo de unidad, o si será nuevamente campo de batalla política.