«Juventud premiada, futuro en veremos»
Por HHR
*Periodista con más de 30 años de trayectoria. Editor en Jefe de la revista Petróleo & Energía, Grupo Líderes*
CDMX, 12 agosto 2025.- ¡Ah, la juventud! Ese periodo de la vida donde todo es posible, menos pagar la renta. Este martes, y para abrir el periodo Extraordinario, en medio de discursos floridos, abrazos institucionales y selfies con filtros parlamentarios, se entregó el Premio de la Juventud de la Ciudad de México 2025. Un galardón que, según los legisladores, reconoce a quienes transforman su entorno, luchan por los derechos humanos y hacen malabares con la precariedad sin perder la sonrisa.
Se premiaron a 17 jóvenes y colectivos en áreas tan nobles como la innovación, el arte, el activismo o la defensa de derechos. ¡Bravo por ellas, ellos y elles! Lo que hicieron no es menor: destacar en un país donde ser joven es un deporte extremo. Pero no nos hagamos los ingenuos: lo que debería ser la regla –una juventud con oportunidades, respaldo y reconocimiento– se convierte en la excepción premiada una vez al año, entre discursos decorativos y promesas que se archivan más rápido que los dictámenes en comisiones.
Porque mientras se aplaude a quienes logran sobresalir, miles más siguen siendo invisibles. Lo dijo bien un diputado: la juventud enfrenta barreras invisibles. Lo que no dijo es que muchas de esas barreras están construidas por el propio sistema que él representa.
Hay algo enternecedor en escuchar a políticos de todos los colores asegurar que “la juventud es el presente”, cuando llevan décadas gestionando un presente que se parece más a un laberinto que a una pista de despegue. “Impulsaremos políticas públicas”, prometen, como si no fueran ellos quienes tienen el impulso estancado desde hace tres legislaturas.
Los jóvenes premiados no sólo merecen medallas y reconocimientos. Merecen becas que no se evaporen, acceso a salud mental sin tener que hacer fila seis meses, educación sin cuotas disfrazadas y empleo sin contrato basura. Merecen un país y una Ciudad de México donde no haya que ser extraordinario para sobrevivir dignamente.
Y lo más cínico: se les premia por levantar la voz, por exigir justicia, por denunciar desigualdades… frente a quienes podrían cambiar esas condiciones pero no lo hacen. Es como si los bomberos dieran diplomas a quienes apagan incendios con vasos de agua, mientras ellos guardan la manguera.
Así que sí, aplaudamos a quienes brillan en medio del caos. Pero dejemos de usar sus logros como pretexto para no ver el abandono estructural. Que este premio no sea la excepción vistosa del año, sino el recordatorio de todo lo que falta por hacer.
Mientras tanto, las juventudes siguen luchando. No porque el Congreso de la Ciudad de México se los pida. Sino a pesar de él.