«Dirigentes sin brújula, partido sin rumbo»
Por HHR
CDMX, 28 septiembre 2025.- El PRD en la Ciudad de México, antaño fuerza política decisiva, sobrevive hoy como un cascarón jurídico gracias a disputas más legales que políticas. Al frente, dos figuras que concentran el poder interno sin traducirlo en fortaleza electoral ni trabajo territorial: Nora Arias Contreras, presidenta del PRD-CDMX y coordinadora de su bancada en el Congreso local, e Isidro Corro Ortiz, su asesor y secretario general del partido. Una dupla atrincherada, pero desconectada de la realidad que exige la endeble militancia y la ciudad.
Desde que asumieron el control del partido en la capital, su principal logro ha sido resistir embates internos —muchos de ellos, es cierto, motivados por oportunismo faccioso—, y mantener con vida un registro local que no implica ni representación significativa ni fuerza territorial. Esa defensa, sin embargo, se ha convertido en el eje de su discurso político. Más allá de las denuncias contra “vividores” y “usurpadores”, ¿qué ofrecen Arias y Corro al PRD capitalino? ¿Dónde están los resultados?
Un partido sin base territorial
Hablar del PRD-CDMX hoy es hablar de un partido sin presencia real en las alcaldías, sin comités comunitarios activos, sin movilización de base. La narrativa oficial insiste en que “la militancia ha resistido”, pero no hay datos ni testimonios visibles que prueben una reconstrucción del músculo territorial perredista. La estructura está desfondada, las campañas son raquíticas y las acciones en campo casi inexistentes. La dirigencia ha optado por el escritorio y el litigio, pero también por las raquíticas prerrogativas.
Una gestión cerrada, sin transparencia
Las acusaciones internas sobre opacidad en el uso de prerrogativas y el retraso en pagos al personal del partido no son nuevas. Desde 2023, trabajadores del PRD capitalino han denunciado impagos y han recurrido incluso al plantón frente al Instituto Electoral local. Si bien Arias ha responsabilizado a exdirigentes y a la extinta dirigencia nacional, lo cierto es que bajo su presidencia no se ha transparentado el uso de recursos ni se ha informado a la militancia sobre el estado financiero del partido.
Más grave aún, circulan versiones —hasta ahora no confirmadas por documentos públicos— de que Isidro Corro podría estar recibiendo ingresos tanto como secretario general del PRD como por otras funciones o asesorías políticas, sobre todo en el Congreso capitalino. En lugar de desmentir con claridad, la dirigencia guarda silencio, permitiendo que los rumores sobre cobros dobles o sueldos paralelos crezcan y socaven la legitimidad interna.
Aislados incluso en la oposición
El aislamiento de Arias y el desmarque de su compañero de bancada, Pablo Trejo, se evidencia también en el Congreso capitalino. Aunque se ostenta como voz de la izquierda progresista, su bancada se compone de solo dos personas y son aliados de Morena. La integración de Pablo Trejo, exmorenista, al grupo parlamentario del PRD fue vista como un movimiento táctico que terminó por debilitar aún más la credibilidad del partido entre sus aliados naturales. Arias se defiende, pero la realidad es que su liderazgo no articula ni con el Frente Amplio ni con la ciudadanía.
¿De qué sirve tener el timón si el barco no se mueve?
Hoy el PRD-CDMX es un partido con dirigencia legalmente reconocida pero políticamente estancada. Arias y Corro se aferran a la presidencia y la secretaría general como si fueran premios de resistencia, no herramientas para reconstruir una alternativa política real. El partido no crece, no moviliza, no articula y no gana.
La única estrategia visible ha sido resistir embates legales, blindar la cúpula y denunciar traiciones internas. Pero eso no alcanza. Ni para ganar elecciones, ni para recuperar simpatías, ni mucho menos para cumplir el papel de contrapeso político que alguna vez el PRD supo desempeñar en esta ciudad.
Sin transparencia, sin territorio y sin autocrítica, el PRD capitalino camina directo a la irrelevancia
Y lo más preocupante no es que se extinga el registro, sino que se agote lo que queda de confianza ciudadana en las alternativas progresistas. Si la dirigencia de Arias y Corro no cambia el rumbo —si no se abre a la militancia, si no rinde cuentas, si no sale a la calle— el PRD no solo dejará de pesar: dejará de importar. Prácticamente está en el olvido.